Hace más de 5.000 años se descubrió que los capullos de los gusanos de seda podían separarse en filamentos para crear hilos. Desde entonces, comenzó una lenta pero segura revolución, ya que de tanto en tanto se fueron descubriendo nuevas propiedades que no paraban de asombrar, como por ejemplo que los hilos de seda tienen más resistencia que el mismísimo acero.
Hace ya varias décadas que el hilo de seda comenzó a emplearse en la medicina, por ejemplo, como hilo de suturas. Pero la revolución de este biomaterial está cambiando de la mano de la bioingeniería (disciplina que trata de reconstruir el cuerpo humano mediante diversas técnicas que mezclan química, con computación, física y biología) y ahora la seda es considerada como una de las claves fundamentales para la innovación biotecnológica. Ahora bien, ¿qué significa todo esto para la agroindustria nacional?
Ya desde los años 90 que la producción de gusanos de seda se encuentra presente en el país y cada tanto surge algún programa de incentivo para la producción. Si bien en la actualidad la Argentina posee un bajo nivel de producción sí cuenta con una calidad muy aceptable. Samanta Dobler, docente de Producciones Animales Alternativas de la FAUBA declaró: “La producción primaria se realiza en pequeños espacios, siempre como complemento de otras actividades y es estacional porque el gusano de seda sólo come hojas de mora. Este tipo de producción demanda mucha mano de obra y una fuerte dedicación”.
La cría de gusanos amerita determinadas condiciones especiales: debe realizarse en un espacio cerrado, con una temperatura elevada y humedad estable. Estos insectos no pueden ser criados al aire libre debido a que fueron “domesticados” hace miles de años y no desarrollaron mecanismos de defensa ante ataques de depredadores y durante la crianza en cautiverio requieren de cuidados y controles diarios. La actividad es, en su mayoría, familiar y ha demostrado ser una herramienta de diversificación que permite el agregado de valor, motivo por el cual desde el año pasado, el INTA y el INTI (en colaboración con la Unión Europea) proveen capacitaciones tanto para la cría de gusanos de seda como para el cultivo de morera.