Los hongos comestibles aportan proteínas, vitaminas y minerales, contribuyendo a una dieta saludable y balanceada. Lo que quizás no sabías es que podés producir algunos hongos, como las gírgolas, desde la comodidad de tu casa y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) te enseña cómo hacerlo.
Lo primero es la inoculación, para lo cual se aconseja utilizar una madera reposada por no más de 30 días que a su vez debe estar en condiciones sanitarias óptimas para no perjudicar el desarrollo de los hongos (recordá que éstos crecen y de reproducen sobre la superficie de la madera, por lo cual el tratamiento, estado y cuidado de la misma es fundamental). El método más empleado para la inoculación es la denominada “técnica de la rodaja”: consiste en cortar unos cinco centímetros del extremo superior del tronco, colocar una capa homogénea de micelio (esto es la huella genética del hongo) y posteriormente fijar la tapa con un clavo. Sumado a eso y para evitar la deshidratación, se debe encintar la abertura que queda entre el tronco y la rodaja que hace de tapa. Finalmente, el tronco se coloca dentro de una bolsa negra para generar un ambiente de oscuridad total. La humedad debe mantenerse cerca del 80% mientras que la temperatura no debe superar los 25°.
Con el tiempo, el crecimiento vegetativo se convierte en crecimiento reproductivo y comienzan a observarse las fructificaciones, es decir, los atisbos de los nuevos hongos o setas. Acá es cuando tenés que disponer el tronco dentro de un sombráculo (un espacio abierto pero techado) y comenzar con el proceso de riego.
Eventualmente va a llegar el momento de cosechar, te vas a dar cuenta cuando las condiciones sean adecuadas debido a que los hongos habrán comenzado a crecer en forma de racimos y al alcanzar la madurez, el “sombrero” superior de cada hongo se aplana en los bordes. Es importante, durante la cosecha, cortar el racimo completo y al ras del tronco, ya que si cosechamos de a uno se frena el crecimiento de los demás y se secan.
El producto fresco puede conservarse de dos formas: congelado a temperaturas de entre -18°C y -25°C o bien podés deshidratarlos y almacenarlos en seco.