El impacto de la Amazona es global, excede su geografía y abre un debate sobre los desafíos que tiene la Argentina.
La Amazonia en el pasado parecía un lugar enigmático, inalcanzable y dramático, considerado una Frontera Verde.Un ecosistema natural lleno de complejos dilemas y desafíos, así como de intereses y emociones encontradas, un territorio venerado pero al mismo tiempo desconocido.
Pero, ¿qué es exactamente la Amazonia? La Amazonia es una vasta región selvática situada en la cuenca del río Amazonas, la más extensa del mundo, que abarca ocho países y ocho estados en Brasil. Brasil alberga el 60% de la Amazonia y ocupa la mitad de su territorio. Recibe alrededor de 2000 milímetros de precipitación anualmente y, en el pasado, desempeñó un papel crucial al absorber el 25% del dióxido de carbono (CO2) del planeta, aunque actualmente está contribuyendo al cambio climático al liberar CO2.
Además, posee una biodiversidad extraordinaria, con una tercera parte de todas las especies de árboles del mundo, la mayoría de las especies animales y el 20% del agua dulce superficial del planeta. La Amazonia se extiende por una superficie de 800 millones de hectáreas, y menos del 10% de esta área cuenta con títulos de propiedad formales, siendo el Estado el principal propietario de estas tierras.
Amazonas sufrió un gran deterioro, con un 19% de su superficie deforestada, en su mayoría de manera ilegal. El 85% de esta deforestación se ha llevado a cabo para la expansión de la ganadería, mientras que el resto se destinó a la construcción de pueblos y ciudades a lo largo de las escasas carreteras de la región. A pesar de la presencia de pequeños agricultores y prácticas agrícolas extensivas, el acceso a la mayoría de las áreas sigue siendo limitado.
La deforestación continúa de manera desordenada, y desde 2003, se han perdido alrededor de 2,7 millones de hectáreas de bosque anualmente. Sin embargo, durante el primer mandato del presidente Lula, en 2012, se logró reducir esta cifra a unas 400,000 hectáreas al año. Bajo la presidencia de Bolsonaro, la tasa de deforestación ha aumentado a 1,4 millones de hectáreas por año.
En el tercer mandato de Lula, se observó una disminución del 48% en los primeros ocho meses de 2023 en comparación con 2022, y Lula se ha comprometido a alcanzar la meta de cero deforestación ilegal para 2030.
Este tema es crucial para la integración de Brasil y el Mercosur en la comunidad global. El Amazonas es hogar de más de 500,000 personas de pueblos originarios pertenecientes a cerca de 300 etnias.
El impacto de la Amazonia es de alcance global y va más allá de su geografía. La región desempeña un papel importante en la mitigación del cambio climático y tiene un impacto significativo en los patrones de lluvia en regiones distantes, como el sur de Brasil o Argentina. Algunos expertos se refieren a la importancia de los «ríos de vapor de agua» y su influencia en las precipitaciones.
Además, debido a los servicios ambientales que proporciona, se ha fortalecido la idea de que «el bosque tiene más valor en pie que talado». En el caso de Brasil, la Amazonia es esencial para la producción de energía, con más del 65% de la electricidad generada a partir de ríos, y también proporciona el 70% del agua para el consumo en el país.
El desafío se torna aún más complejo cuando consideramos la evolución de los indicadores sociales en la Amazonia. Esta región alberga a casi 30 millones de habitantes y es la zona más empobrecida y con la menor esperanza de vida en Brasil. Las políticas públicas han fallado debido a la falta de comprensión y una visión integral del sistema. Los servicios públicos son más costosos debido a la baja densidad poblacional y la difícil accesibilidad. En algunas áreas, llegar puede tomar hasta 20 días.
En realidad, todo resulta más oneroso; basta con visitar un supermercado para notarlo. La informalidad es más alta, la presencia de emprendedores locales es limitada y la inversión en investigación y desarrollo es escasa. La conectividad es deficiente, las actividades económicas son poco productivas y de pequeña escala.
Además, está aumentando la presencia de actividades ilegales, como el tráfico de drogas, la minería y la deforestación sin control. El acceso a financiamiento es limitado, y la burocracia federal se encuentra alejada y desconectada de la realidad de la región.